Por Jédu Sagárnaga* y Javier Méncias**
Cuando los españoles llegaron a suelo americano y destruyeron los venerados monumentos de los antiguos habitantes de este continente, la historia les justificó diciendo que actuaban por desconocimiento. Cuando más tarde, entrada ya la república, los monumentos de Tiwanaku fueron expoliados para ser usados como canteras de material lítico en la construcción de templos y la vía férrea La Paz – Guaqui, se dijo que tan célebres piedras servirían ahora a dos culturas, en una muestra de supina ignorancia. Pero ¿cómo se puede justificar la destrucción de patrimonio arqueológico hoy, en pleno siglo XXI? ¿Desconocimiento?, ¿prioridad en el uso del espacio? Sin duda no son argumentos en el caso de la reciente destrucción de Wakullani.
La comunidad de Huacullani, situada en el valle de Tiwanaku y bajo la jurisdicción de este importante Municipio no mostraba, hasta hace poco, ningún elemento arqueológico, aunque se sabía que del lugar provenían algunas estelas líticas reportadas ya hace décadas por Arturo Posnansky (véanse las figuras 97 y 98 del primer volumen de “Tihuanacu: La cuna del hombre americano”).
Esta perspectiva cambiaría de una manera dramática hace unos pocos meses -seis a lo mucho- cuando el actual alcalde de Tiwanaku, el H. Lino Condori, fue anoticiado de algunos hallazgos arqueológicos importantes realizados durante la excavación para la obtención de agua en la zona.
Dichos hallazgos no deberían de habernos sorprendido tratándose de una comunidad que colinda con el ya bastante estudiado complejo monumental de Lukurmata. La sorpresa debería reducirse aún más si consideramos que los hallazgos se dieron a escasos 500 metros del renombrado sitio.
A pedido del Alcalde, un entendido en el tema –el Estudiante egresado Julio Condori– se hizo presente en el lugar y desarrolló allí excavaciones durante un mes. El objetivo de las mismas, además de ser el tema de su tesis, fue el de recuperar la mayor cantidad posible de información en dicho yacimiento antes de su irremediable pérdida.
Una “estratigrafía compleja que da cuenta de interesantes procesos de ocupación en el sitio” (Julio Condori, comunicación personal 2008) además de una serie de artefactos que acompañan dichos contextos, dan cuenta de la relevancia del registro arqueológico en el sitio de Wakullani en relación al mejor entendimiento del fenómeno cultural Tiwanaku.
Sin embargo, y a pesar de estos importantes antecedentes, la ONG INTERVIDA inició trabajos de excavación en la comunidad para la construcción de pozos de agua pocas semanas después de la finalización de las investigaciones por parte de Condori y su equipo.
Cuando los españoles llegaron a suelo americano y destruyeron los venerados monumentos de los antiguos habitantes de este continente, la historia les justificó diciendo que actuaban por desconocimiento. Cuando más tarde, entrada ya la república, los monumentos de Tiwanaku fueron expoliados para ser usados como canteras de material lítico en la construcción de templos y la vía férrea La Paz – Guaqui, se dijo que tan célebres piedras servirían ahora a dos culturas, en una muestra de supina ignorancia. Pero ¿cómo se puede justificar la destrucción de patrimonio arqueológico hoy, en pleno siglo XXI? ¿Desconocimiento?, ¿prioridad en el uso del espacio? Sin duda no son argumentos en el caso de la reciente destrucción de Wakullani.
La comunidad de Huacullani, situada en el valle de Tiwanaku y bajo la jurisdicción de este importante Municipio no mostraba, hasta hace poco, ningún elemento arqueológico, aunque se sabía que del lugar provenían algunas estelas líticas reportadas ya hace décadas por Arturo Posnansky (véanse las figuras 97 y 98 del primer volumen de “Tihuanacu: La cuna del hombre americano”).
Esta perspectiva cambiaría de una manera dramática hace unos pocos meses -seis a lo mucho- cuando el actual alcalde de Tiwanaku, el H. Lino Condori, fue anoticiado de algunos hallazgos arqueológicos importantes realizados durante la excavación para la obtención de agua en la zona.
Dichos hallazgos no deberían de habernos sorprendido tratándose de una comunidad que colinda con el ya bastante estudiado complejo monumental de Lukurmata. La sorpresa debería reducirse aún más si consideramos que los hallazgos se dieron a escasos 500 metros del renombrado sitio.
A pedido del Alcalde, un entendido en el tema –el Estudiante egresado Julio Condori– se hizo presente en el lugar y desarrolló allí excavaciones durante un mes. El objetivo de las mismas, además de ser el tema de su tesis, fue el de recuperar la mayor cantidad posible de información en dicho yacimiento antes de su irremediable pérdida.
Una “estratigrafía compleja que da cuenta de interesantes procesos de ocupación en el sitio” (Julio Condori, comunicación personal 2008) además de una serie de artefactos que acompañan dichos contextos, dan cuenta de la relevancia del registro arqueológico en el sitio de Wakullani en relación al mejor entendimiento del fenómeno cultural Tiwanaku.
Sin embargo, y a pesar de estos importantes antecedentes, la ONG INTERVIDA inició trabajos de excavación en la comunidad para la construcción de pozos de agua pocas semanas después de la finalización de las investigaciones por parte de Condori y su equipo.
El jueves 13 de Marzo del presente año, uno de nosotros (Méncias) visitó el sitio para comprobar con sorpresa e indignación que, a escasos metros de la excavación arqueológica ya tapada, los comunarios habían abierto un enorme boquete circular de aproximadamente seis metros de diámetro por dos de profundidad a fin de instalar un gran pozo de agua de cemento.
Dicha excavación había sacado a luz, entre otras cosas, una serie de bloques líticos de andesita evidentemente trabajados, una probable estela lítica de arenisca roja –ahora fracturada- con un llamativo trabajo en altorelieve, grandes cantidades de material cerámico y una serie de agujas de cobre y espina. Algunos de esos bloques habían sido amontonados y se había destrozado el contexto arqueológico irremediablemente.
El valioso material procedía de un estrato cultural con un grosor aparente de un metro a pocos centímetros de la superficie actual. Dicho estrato podía ser reconocido en los perfiles del gigantesco hoyo realizado debido a la cantidad de bloques y cerámica aún visibles. A primera vista, todos los materiales parecen tener una filiación Tiwanaku acorde con el contexto arqueológico regional nuevamente mutilado en este reciente acto de barbarie.
Indigna constatar como en unos pocos días la ONG ha destruido lo que por centurias estuvo cubierto por el benéfico manto de la Pacha Mama, sin respeto y responsabilidad hacia el patrimonio arqueológico de la comunidad y su herencia cultural. Se ha hecho caso omiso de las normas legales que prohíben la destrucción de patrimonio arqueológico, “escarbando” sin la mínima supervisión de un arqueólogo, y violando de manera flagrante las leyes de Estado y el respeto por la cultura.
¿Hasta cuándo las ONG’s y otras instituciones que trabajan sobretodo en las zonas rurales dejarán de pensar de una manera estrecha y unilineal en una postura de desarrollo que se relaciona solamente con sus objetivos o políticas?, ¿cuándo se comprometerán con la herencia de los pueblos a los que parecen intentar imponerse?, ¿qué hace la Dirección de Patrimonio Cultural, dependiente del Viceministerio de Culturas, para precautelar la riqueza arqueológica esparcida a lo largo y ancho de nuestro territorio patrio?Las autoridades pertinentes están obligadas, ahora, a iniciar una labor de investigación profunda sobre este caso, y sancionar a los culpables de manera ejemplificadora.
Dicha excavación había sacado a luz, entre otras cosas, una serie de bloques líticos de andesita evidentemente trabajados, una probable estela lítica de arenisca roja –ahora fracturada- con un llamativo trabajo en altorelieve, grandes cantidades de material cerámico y una serie de agujas de cobre y espina. Algunos de esos bloques habían sido amontonados y se había destrozado el contexto arqueológico irremediablemente.
El valioso material procedía de un estrato cultural con un grosor aparente de un metro a pocos centímetros de la superficie actual. Dicho estrato podía ser reconocido en los perfiles del gigantesco hoyo realizado debido a la cantidad de bloques y cerámica aún visibles. A primera vista, todos los materiales parecen tener una filiación Tiwanaku acorde con el contexto arqueológico regional nuevamente mutilado en este reciente acto de barbarie.
Indigna constatar como en unos pocos días la ONG ha destruido lo que por centurias estuvo cubierto por el benéfico manto de la Pacha Mama, sin respeto y responsabilidad hacia el patrimonio arqueológico de la comunidad y su herencia cultural. Se ha hecho caso omiso de las normas legales que prohíben la destrucción de patrimonio arqueológico, “escarbando” sin la mínima supervisión de un arqueólogo, y violando de manera flagrante las leyes de Estado y el respeto por la cultura.
¿Hasta cuándo las ONG’s y otras instituciones que trabajan sobretodo en las zonas rurales dejarán de pensar de una manera estrecha y unilineal en una postura de desarrollo que se relaciona solamente con sus objetivos o políticas?, ¿cuándo se comprometerán con la herencia de los pueblos a los que parecen intentar imponerse?, ¿qué hace la Dirección de Patrimonio Cultural, dependiente del Viceministerio de Culturas, para precautelar la riqueza arqueológica esparcida a lo largo y ancho de nuestro territorio patrio?Las autoridades pertinentes están obligadas, ahora, a iniciar una labor de investigación profunda sobre este caso, y sancionar a los culpables de manera ejemplificadora.
* Es Licenciado en Arqueología. C.I. 2064025 L.P.
** Es egresado de Arqueología de la UMSA, con Registro Universitario 131998, C.I. 4859755 L.P.
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1 Comentarios:
Toda entidad que efectue intervenciones sobre suelo o subsuelo en áreas sensibles al patrimonio arqueológico debe atenerse estrictamente a la Ley 1333. Lamentablemente Intervida parece olvidar este detalle y debe, en apego a la ley, ser sometida a proceso, tal como ocurrio en el pasado con una institución que atentó contra el patrimonio en Pasto Grande. Existe para ello el artículo 223 del Código Penal sobre destrucción o deterioro de bienes del Estado o riqueza Nacional. En este caso deben constituirse en parte querellante y denunciante ante la justicia ordinaria la UNAR y el Viceministerio de Culturas debido que la preservación y conservación del patrimonio es de su exclusiva responsabilidad.
En el futuro es importante que los Estudios de Evaluación de Impacto Arqueológico esten separados de la Ley 1333 y sus reglamentos debido a la debilidad de los responsables para hacerla cumplir y a la precariedad con la que aborda el tema arqueológico.
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